jueves, 22 de mayo de 2014

Cuando elegí mi profesión lo hice con base en una teoría sobre mi existir: no podría vivir sin las palabras. Ahora estoy convencida de que no podría dedicarme a otra cosa que no fuera jugar con ellas... hablarles y dejar que me hablen; pelearme con ellas cuando se niegan a desfilar ante mí como cuando era niña; reconciliarme frente a un poema de Neruda o la genialidad de un slogan y redescubrir su magia y el porqué de mi devoción.

Sí, nuestra relación suele confundirme, a veces las odio tanto cuando ante mis ojos no parecen el slogan perfecto, a veces más cuando deciden salir a cuentagotas; pero el sentimiento cambia las noches que llenan las hojas de mis cuadernos y alivian una parte del día... cuando se convierten en cómplices y mi más fiel compañía... cuando pasan a ser imágenes y arrebatan sonrisas.


Y seguramente no soy la única a la que le pasa esto; la melancolía que representan las palabras, esa melancolía de la infancia, cuando aprendemos a platicar con ellas y nos sorprenden en los letreros, es quizá la melancolía que retrata Ji Lee, un diseñador y estratega de Facebook originario de Corea que sencillamente nos recuerda lo divertidas que solían ser las letras en los cuadernos del kinder.

El artista nos presenta un estupendo libro titulado "Word as image" donde justamente usa las palabras como imágenes a través de 100 ingeniosas ilustraciones. Jugando con ellas nos maravilla y regresa a nuestra mente aquellos años infantiles. Lee afirma sencillamente que:

"Cuando éramos niños, las letras eran como juguetes divertidos. Hemos jugado con ellas a través de bloques madera. Las hemos coloreado en los libros. Nos bailaron y cantaron junto con los títeres de televisión, para aprender que la de C era de "casa". Muy pronto, las letras se convirtieron en palabras. Las palabras se convirtieron en frases. Frases se convirtieron en los pensamientos. Y en el camino, olvidamos jugar con ellas y dejamos de maravillarnos de la A a la Z."













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